La reelección es tema moral*

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    Por: Leonel Martinez 

    Alejarse de la palabra empeñada. Disfrazar las intenciones. Cambiar el discurso por conveniencia. Burlarse de la inteligencia de una población. Justificar una decisión bajo el triste argumento de que se actúa para complacer peticiones. Sustituir instituciones por hombres iluminados sin los cuales el destino de la nación sería un caos. Cambiar textos constitucionales para que se ajusten como piezas de vestir a nuestros proyectos políticos.

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    Pisotear las aspiraciones de los demás porque éstos impacientes deben esperar tranquilamente su turno. Hacerse de la vista gorda frente al enriquecimiento impune de quienes nos apoyan. Usar sin límites los recursos públicos en campañas electorales. Comprar partidos opositores y premiar con cargos a sus negociadores. Usar como plataforma de proselitismo las inauguraciones de obras levantadas con recursos de los contribuyentes.

    Todas estas malas acciones implican un comportamiento, una actitud de valoración moral. Y siendo cuestiones de fondo deontológico o axiológico, su debate debe llevarse a ese terreno, no a lo jurídico. No debe discutirse si la reelección es o no constitucional, el ámbito debe ser otro.

     Para el jurista italiano Piero Calamandrei, una constitución no es solo el contenido del texto. Es fundamentalmente un comportamiento, un compromiso cabal de cumplimento diario. Si el compromiso falla, si el comportamiento cotidiano niega el texto, entonces no hay constitución.

    Algunos contrarios adversarían arguyendo que la ética y la política son incompatibles como el aceite y el agua. Siendo así, la discusión no tendría sentido. Puesto que todo mal comportamiento de un ente político quedaría tristemente legitimado. Sería divinizar el maquiavelismo: “el fin justifica los medios”.

    Cuando la palabra empeñada no significa nada, se pierde ante los demás lo esencial del crédito, proyectándose una imagen de irresponsabilidad personal horrorosa. El monstruo del engaño, el artificio y la trampa devora todo, como el “Leviatán” de Hobbes. Aquellos que disfrazan sus reales intenciones reeleccionistas actúan igual que el lobo que engañó a Caperucita.

    Los que cambian su discurso por conveniencia son de la escuela de los sofistas, al decir de Gorgias, “puedo producir en un mismo escenario dos discursos, uno a favor y otro en contra sobre la misma persona”.

    Quienes se burlan de la ignorancia del pueblo proyectan ante la historia la sombra abyecta de su real personalidad. Los predestinados los son, porque hacen pender la suerte de una nación de su prestigio y cualidades individuales. Y como la gente le teme al azar por impredecible, siempre resultará mejor “el camino conocido”. ¡Vaya!

    Cambiar los textos constitucionales por conveniencia política es inmoralidad suprema. Como también llevar el debate de la reelección a un plano jurídico. Yo prefiero silenciar el canto como la sirena, para que la falta de sonido retumbe en los oídos ambiciosos de aquellos carentes de materia ética elemental.

    Señores reeleccionistas, cállense por simple urbanidad o por decencia Por favor, no abran la boca. Sellen la verborrea estúpida de sus argumentos constitucionales, que el pleito en la tribuna no es legal, sino moral.

    *ESTE ARTÍCULO FUE PUBLICADO EN EL AÑO 2010, SIENDO EL DR. LEONEL FERNÁNDEZ PRESIDENTE DE REPÚBLICA DOMINICANA.

     

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