No es cuestión de políticos corruptos, sino  de un pueblo corrupto

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Falta sinceridad en nuestro discurso, basta ya de victimizar a un pueblo corrompido, sin ideologías, sin amor patriótico, cuyo principal objetivo es jugar al sálvese quien pueda, y por la plata baila el mono.

Parecen duras mis palabras y al escribir hasta el temor me embargo ante  una sociedad que por demás juega a la hipocresía y la intolerancia, con una moral disfrazada de altruismo y  democracia participativa.

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En las últimas elecciones se evidencia una vez más,  que no hay voto sin pecunia, plata o efectivo,  o para ser más dominicano sin moña. Los términos son, ‘donde esta lo mío’,’ que hay pa’ Mi’. ‘Yo no me muevo sin el menudo’,

Es verdad, hay muchos políticos corruptos, pero ¿quién alimenta la corrupción, de dónde sale este descontrol delincuencial a todos los niveles?.

Seamos sinceros, de la sonrisa complaciente, del silencio  apañador, del pensamiento alienante, dependiente de un estado incrustado en la enajenación, que enarbola la bandera de la ignorancia y la burla de una nación que aprendió a arrodillarse ante sus verdugos.

Corruptos, corrompidos y viceversa somos todos, yo la primera, porque de alguna manera u otra seguimos apañando la tertulia del vituperio, o dime y direte y el derroche incontrolado y desvergonzado de lo que por derecho nos corresponde a todos.

Tengo claro que  cuando compro algo a un ladrón,  me hago cómplice y soy tan ladronas como aquel que lo sustrajo, por lo tanto cualquiera de nosotros pudo ser el o la culpable de la muerte de un joven al cual le  quitaron  la vida por arrancarle su celular, es por tanto igual de cierto que cuando recibimos prebendas o cuando apostamos al carguito o más bien empleíto, en su mayoría  de mala muerte que pueda ocupar  conciudadano, estoy otorgando el derecho y la dignidad para hablar de corrupción.

Este pudiera parecer un discurso retorico y a algunos  le provocará hilaridad, pero me queda confiar en que  entre el viento y la prisa algunas palabras quedarán sembradas en el remanente de un pueblo que se niega a morir, porque hay una semilla que se aferra a la esperanza de crecer y florecer como otras naciones lo han hecho.

Lina Paulino Periodista

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