Pintor venezolano vive encerrado desde hace más de 50 años por voluntad creadora

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Sus pinturas muestran controversia, fantasía, mitos y visiones filosóficas sobre la vida y la muerte, con acento en la melancolía, el terror y el drama.

Tiene más de 50 años encerrado en su casa por una necesidad interna que lo hace pintar casi a diario. Su nombre es Macario Colombo Aldana, un creador venezolano nacido en la Sierra de Baragua del estado Lara, al occidente de Venezuela, que se caracteriza por mostrar una obra de alto contraste que ha ganado reconocimiento nacional e internacional.

El arte de Macario ha logrado transcender las fronteras venezolanas y sus obras se encuentran en países como Rusia, Italia, Grecia, España, Alemania y EE.UU. Algunos coleccionistas buscan sus piezas llenas de fantasías, mitos, controversia y visiones filosóficas sobre religión, cristianismo, el origen de la vida y la muerte, con un profundo acento de melancolía, terror y drama.

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RT se trasladó hasta Barquisimeto, conocida como la capital musical de Venezuela, en el estado Lara, para conocer la historia de este pintor autodidacta, sus obras y el particular estilo de vida que escogió desde 1970.

«Yo vivo por y para la pintura, sin la pintura yo creo que no sería nadie. Soy Macario Colombo y me conocen así, por lo que yo he hecho con la pintura o ella ha hecho por mí», explica el artista que incluso hace el montaje de los cuadros y los lienzos.

Una infancia feliz

Colombo nació el 20 de junio de 1946. Sus padres fueron Susana del Carmen Colombo Aldana y Quirico Enrique Cordero. Él cuenta que tuvo una infancia feliz a pesar de la pobreza, ya que siempre pudo jugar con plena libertad.

Su imaginación le permitió disfrutar al máximo esa etapa de su vida y fue a los 12 años cuando hizo su primera pintura: la fachada de la casa del frente de su hogar en Baragua. «Mi hermano me dijo que la guardara porque ya esa casa no existe. Fue mi primer dibujo y ahí comenzó esa necesidad de pintar, casi biológica o patológica, que llevo por dentro».

Por la necesidad de que la familia viviera mejor, los padres de Macario decidieron abandonar Baragua, pasar por Carora y luego instalarse en Barquisimeto. «Llegamos aquí y desde entonces estoy pintando. En principio me tocó trabajar haciendo instrumentos y así era que nos ganábamos la vida, siempre fuimos pobres».

«Lo de hacer instrumentos viene de los Aldana, del viejo Luis Aldana y por eso mi mamá, que era la que mandaba en la casa, nos inculcó eso de fabricar instrumentos. Yo hago mandolinas, violines, cuatros, guitarras y hasta arpas. Entonces, mi papá aprendió de mi mamá e instaló el taller y la gente del Salón Mixto nos compraba, así fue que enfrentamos la pobreza y podíamos tener para la comida», comenta.

El encierro y la pintura

Macario cuenta que al principio, por cuestiones de tiempo, solo dedicaba a la pintura un día a la semana, los domingos. Sin embargo, la necesidad de pintar lo hizo a entrar en una vorágine creadora que lo encerró en su cuarto para expresar todo lo que surgía de su imaginación.

«Yo sentía que si no pintaba me iba a enfermar, era algo que me decía que pintara, que tenía que hacerlo. Eso es como una especie de locura creativa, la necesidad de expresión, que las manos dibujen eso que la mente se imagina, a veces desde la oscuridad, y que termina en un lienzo».

Así fue como Macario se abstrajo en su imaginario. «Me fui quedando en la casa y mi mamá era la que sacaba mis trabajos a la calle, los vendía o los dejaba en un lugar para que los vendieran. Mucha gente llegó a decir que yo estaba loco y no los culpo, es difícil que entiendan».

«Yo también llegué a pensar en un momento que me estaba volviendo loco, porque estaba tan dentro de mi imaginación y de las pinturas, que filosofando decía: ‘¿será que he muerto y mi espíritu utiliza mi cuerpo para esto?’. Por eso, como vivo encerrado, tengo que estar activo, eso me lo recomiendan los psicólogos. Me pongo a drenar con la pintura, la escultura o los instrumentos».

Las etapas de su obra

Macario explica que su obra tiene varias etapas, una de las «más bellas, oscuras y dramáticas» fue la que lo llevó a realizar decenas de pinturas enfocadas en lo que el llama «Los fantasmas del molino de Baragua», una colección inspirada en los mitos que escuchó cuando era niño y que trasladó en imágenes que le impactaron durante su infancia, cuando vivía en su pueblo natal.

La otra etapa es sobre deidades o el cristianismo. «Yo veo a Cristo como un hombre que sufrió, de carne y hueso, no metafísico. Él fue como nosotros, no como ese ser superior o de la iglesia, lo veo como alguien que vivió, que sintió dolor, que fue bueno, pero la gente lo maltrató y se hizo eterno». actualidad.rt.com

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