“Penco” y otros animales simbólicos de ayer y hoy

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Después de 20 años de ausencia Ulises regresó a Ítaca desde Troya disfrazado de mendigo. Su perro, Argos, con lealtad eterna, lo reconoció, movió la cola y murió. Ulises derramó una lágrima y no pudo enterrarlo  porque debía llegar sin ser identificado donde su amada Penélope y matar sus pretendientes, no correspondidos .También debe exaltarse Hachiko, perro japonés que esperó en la estación de tren a su amo largos años, después de su muerte.

Muchos caballos son famosos al ser corceles favoritos de seres extraordinarios. El caballo de El Cid Campeador fue llamado Babieca, que significa “necio” o “tonto”. Ya fallecido, el Cid fue montado sobre Babieca para hacer creer a sus rivales que seguía vivo y pudo ganar batallas después de muerto. El caballo de Alejandro Magno, Bucéfalo, cabeza de buey, fue el más famoso de la antigüedad y permitió que únicamente Alejandro lo montara, acompañándolo en todas sus conquistas.

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El Duque de Wellington derrotó a Bonaparte en  Waterloo montando su caballo Copenhagen, que al morir fue sepultado con honores. Estrategos fue la montura preferida por Aníbal, incluso en su travesía por los Alpes para invadir Italia. Julio César conquistó  Las Galias cabalgando sobre Genitor y también con ese corcel atravesó el río Rubicón para ir a dominar a Roma. Incitato es muy conocido porque su amo, el Emperador Calígula, le construyó una caballeriza de mármol y quiso nombrarlo cónsul proclamando que un caballo podía desempeñar el mismo rol que un Senador.

“La Villa de Naboth” reseñó que Manuel Jiménez, Presidente desde 1848 amaba tanto  lidiar gallos, que había que llevarle los decretos a la gallera para firmarlos. Iniciando el siglo pasado los seguidores de Horacio Vásquez tuvieron como emblema al gallo coludo y los de Juan Isidro Jiménez al gallo “bolo”.

Trujillo se impuso con el lema: “Seguiré a caballo”. Balaguer tuvo al “gallo colorao” como emblema de su Partido Reformista. El buey simbolizó al PRD, la cabeza de toro al MIDA de Augusto Lora y la silueta de toro negro al PRSD. Corides, aspirante a Síndico en los 70, usaba un burro como símbolo. Euclides Marmolejos se bautizó como el “pollo indio de ojos verdes”. García Godoy era “el peje”, Churchill “el león británico”, el Emperador de Etiopía  Haile Selassie “el león de Judá” y Leonel “el león de Villa Juana”.

Los animales quedaron atrás como símbolos políticos hasta que Danilo bautizó a su delfín como “Penco”. Gonzalo, recibió gozoso ese bautismo de su mentor Danilo y ahora se auto-presenta muy orgulloso como “Penco”. De seguro estrategas de Danilo montarán una campaña promocional de distracción, resaltando virtudes inexistentes del “Penco” para intentar que la ciudadanía no se concentre en evaluar y rechazar al “Penco” por sus limitaciones para comunicarse verbalmente.

Se comenta que Gonzalo tomará cursos de inmersión en que estudiaría “La Retórica” de Aristóteles porque no se siente capaz de ir al bate en “El Debate” de ANJE.  Danilo intentará contratar nuevamente al “marqueteiro” carioca con quien se impuso dos veces como presidente, para que haga la campaña de el “Penco”, olvidando que “no hay una segunda oportunidad para causar una primera buena impresión”. 

Según  una versión etimológica  “Penco” sería  un caballo brioso, trabajador, pero la interpretación más difundida es que “Penco” es caballo flaco o  también sinónimo de Babieca, caballo de El Cid que significa “necio” o “tonto” y, por tanto, Gonzalo corre el riesgo de que en el imaginario colectivo esas características de su símbolo electoral se traspasen a su imagen personal, quedando descalificado para ser presidente.

Para que Danilo no lo sustituya como candidato, Gonzalo debe evitar que lo asemejen al  mítico presidente americano que no podía atender visitantes en jardines de la Casa Blanca porque supuestamente tenía que hablar estático, sin caminar. Tartamudeaba o se mordía la lengua si hablaba caminando, y también tropezaba al conversar estando en movimiento.

El “Penco” olvidó los Círculos de Estudio y queriendo defenderse cometió un error imperdonable, al proclamar que quien habla mucho produce poco. Esa expresión demerita  el legado de Bosch, a quien dice admirar, porque aquí, en toda la historia, quien más ha hablado ha sido Bosch, que disertaba radialmente una hora diaria de lunes a viernes, durante décadas.

Sin embargo, coincidimos con Gonzalo cuando dice que saber hablar no es lo fundamental pues, tal como expresó Borges “El problema con los políticos no es que no sepan hablar, sino que no sepan de lo que hablan”. Colofón: Creíamos que el “Penco” era bestia de carga, pero pudo haber corrido y triunfado en el “Hipódromo Perla Antillana” pues es  mucho más rápido que el inmortal “Dicayagua”, como lo demostró con la velocidad con que  otorgó decenas de multimillonarios contratos de asfaltado, violando la Ley de Compras y Contrataciones al despedirse del MOPC.

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