¿Maduro o Guaidó? Las fuerzas armadas de Venezuela debaten a quién respaldar

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    Cuando los venezolanos salieron a las calles esta semana para exigir el retorno de la democracia, eligieron una fecha que tiene un gran significado histórico: el 23 de enero, el día en que hace más de sesenta años las protestas populares derrocaron a una dictadura militar.

    Sin embargo, en ese entonces no solo fueron los manifestantes quienes lograron la caída del dictador. Cuando el ejército se involucró con sus tanques, al lado de quienes protestaban, fue que se consolidó el derrocamiento.

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    Juan Guaidó, el líder opositor de 35 años que el miércoles se juramentó ante las multitudes como presidente encargado legítimo de Venezuela, esperaba que esa estrategia tuviera el mismo resultado que en 1958.

    No obstante, aunque Guaidó logró el reconocimiento oficial de Estados Unidos y de más de veinte países, sigue siendo un líder sin Estado. El alto mando militar venezolano dijo en público que mantiene su respaldo a Nicolás Maduro como presidente, un revés a los planes de la oposición de lograr que las fuerzas armadas rompan filas y ayuden a que cambie la situación del país, que lleva un tiempo encaminado al autoritarismo.

    Pero, en diversas entrevistas, oficiales militares en ejercicio y retirados sugieren que hay un debate más complejo entre las filas; muchos quieren que Maduro deje el poder y todavía analizan cómo podrían lograr que eso suceda.

    Algunas facciones de oficiales que han desertado dicen que planean regresar de Perú, Colombia y otros países. Comandantes militares rebeldes incluso realizaron reuniones en secreto con el gobierno estadounidense de Donald Trump en 2018 para discutir los planes que tenían para intentar sacar a Maduro.

    Dentro de Venezuela, las filas militares se han reducido considerablemente por la deserción de miles de soldados debido a que la hiperinflación ha hecho que sus sueldos prácticamente no tengan valor. Otros integrantes de las fuerzas armadas sugieren que quieren unirse al bando de Guaidó, pero que le temen al servicio de inteligencia militar que ha castigado sin merced a los oficiales disidentes.

    “No es posible explicar las atrocidades que ha vivido nuestro país en los últimos veinte años”, dijo Carlos Guillén Martínez, un teniente del ejército que huyó del país en 2018 después de denunciar que fue torturado por agentes de Maduro. Guillén Martínez comentó que él y otros planean regresar armados si es que el gobierno de Maduro se mantiene en el poder este año.

    “Estamos tan firmes respecto a eso como siempre”, dijo. “Seguimos adelante y no perdemos nuestro norte”.

    La crisis en Venezuela ha creado un punto muerto insostenible, un país con dos presidentes. El viernes 25 de enero Maduro expresó su voluntad de reunirse con la oposición, mientras Guaidó hizo su primera aparición en público desde su juramentación y les dijo a sus simpatizantes que debían reaccionar si las autoridades “se atreven” a secuestrarlo.

    Tanto Maduro como la oposición están cortejando a integrantes de las fuerzas armadas al considerar que son quienes resguardan el control. Es una encrucijada familiar para las fuerzas armadas, que desde hace generaciones han estado inmiscuidas en la política del país y negociaron el poder en varias ocasiones durante la gestión del presidente Hugo Chávez, quien también era militar.

    Pero la crisis actual es un gran retroceso para toda la región, cuyos habitantes esperaban poder dejar atrás el ciclo de dictaduras, posibles golpes de Estado e intervenciones extranjeras. Mientras otros países latinoamericanos han fortalecido sus democracias, en Venezuela el gobierno de Maduro se ha caracterizado por una inestabilidad e incertidumbre cada vez mayores.

    “Eso ha significado que el único actor que puede tomar el paso final son los militares”, dijo Alejandro Velasco, un historiador venezolano que da clases en la Universidad de Nueva York.

    El descontento de las multitudes que se manifestaron esta semana en contra de Maduro es resultado del colapso económico vivido durante su gestión. Venezuela tiene las mayores reservas comprobadas de petróleo de todo el mundo, pero debido a los malos manejos del gobierno el valor de la moneda es casi nulo, escasean la gran mayoría de alimentos básicos y el sistema de atención médica está colapsado. Más de tres millones de personas han emigrado a otros países.

    La inestabilidad política que fomentó ese declive económico tuvo sus orígenes en el mandato de Hugo Chávez, el antecesor de Maduro. La carrera política de Chávez, un teniente coronel, despegó durante un golpe que organizó en 1992. Llegó a la presidencia seis años después e instauró la llamada revolución socialista con la finalidad de redistribuir la riqueza entre los pobres del país.

    En otras naciones latinoamericanas con el tiempo se cimentaron las normas democráticas, pero los venezolanos eligieron votar —una y otra vez— por un líder que saltó a la escena pública al querer tumbar a un gobierno por la fuerza.

    Para 2002, hubo otro intento de golpe militar, esta vez con el respaldo de la oposición y la aprobación estadounidense, que resultó en el derrocamiento de Chávez durante unos días. Después, Chávez realizó purgas en las filas de las fuerzas armadas y durante años atacó a las instituciones de Venezuela, una estrategia que alejó al país de la democracia.

    Las purgas contra los militares tuvieron consecuencias para todas las fuerzas armadas, que se sintieron obligadas a respaldar a la fuerza política de Chávez, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Ahí fueron influenciados soldados como Josué Hidalgo, teniente del ejército que empezó su servicio durante el mandato de Chávez y muy pronto se desilusionó por lo que veía.

    “Nos dijeron: ‘El socialismo es bueno’”, dijo. “Pero luego ves lo que está pasando, los niveles extremos de corrupción en el ejército”.

    Hidalgo dijo que fue designado a una región minera en la frontera con Brasil y que ahí fue testigo de cómo los comandantes militares extorsionaban a mineros de oro y administraban los cargamentos del contrabando de gasolina.

    El teniente sugirió que en 2017 lo buscó un grupo de militares disidentes llamado La espada de Dios. Poco después, dijo, fue capturado por agentes de inteligencia pero se escapó a Brasil.

    Hoy trabaja junto a Guillén para reclutar a desertores que han dejado Venezuela y que expresan su interés en regresar para sublevarse. Durante la entrevista con Hidalgo, dos de sus compañeros mostraron una lista con cientos de nombres, edades, rangos y los números de identidad de personas que aseguraron estar interesadas en unirse.

    Entre los documentos tenían capturas de pantalla de lo que aseguraron es una conversación de WhatsApp con un cadete joven en Venezuela que indica que teme que le pidan reprimir las protestas más recientes.

    “No voy a dejar que le disparen a la gente”, dice el mensaje. “Los cadetes estamos furiosos. No queremos a este gobierno”.

    Un exfuncionario estadounidense dijo que esos oficiales desencantados, junto con miles de otros hombres de las fuerzas armadas que han huido del país, son un reto serio para Maduro si es que llegan a movilizarse con el aval de países vecinos con gobiernos de ultraderecha, como Colombia y Brasil, o si estos permiten que se organicen en sus territorios.

    La invitación de Guaidó a los militares para que se sumen a su causa sí parece estar teniendo efecto entre las fuerzas armadas.

    El lunes 21 de enero, un grupo de soldados publicó videos en línea en el que le juraban lealtad al líder opositor, en aparente respuesta a su oferta de amnistía para los desertores. Luego de esas declaraciones se suscitaron enfrentamientos en una base militar de Caracas, poco antes de que el gobierno dijera que había controlado una rebelión.

    Cuando Guaidó se juramentó como presidente, el miércoles 23 de enero, el alto mando militar se mantuvo en silencio, por lo cual hubo rumores de que estaban debatiendo el destino de Maduro.

    Sin embargo, Vladimir Padrino López, general del ejército y ministro para la Defensa, se pronunció en público el jueves acompañado de otros comandantes de las fuerzas armadas del país. Dijo que mantenían su respaldo a Maduro y que era “risible” que Guaidó se nombrara presidente.

    “Tengo que alertar al pueblo de lo que esto significa para nuestra soberanía”, dijo Padrino. “Nosotros estamos para evitar un enfrentamiento entre venezolanos”.

    Velasco, el historiador de la Universidad de Nueva York, comentó que no le sorprende que la alta comandancia no respalde a la oposición.

    En los últimos años, Maduro ya se ha enfrentado pequeños motines de integrantes de las fuerzas armadas. Como sabe que los militares son clave para mantenerse en el poder, les ha ofrecido incentivos a los oficiales, como el control de ciertas partes de la economía legal o de rutas de contrabando y narcotráfico, según Velasco.

    “Al fin y al cabo no solo son los que tienen las armas, sino que están tan profundamente implicados en la corrupción del Estado que lograr su apoyo es una condición absolutamente necesaria para expulsar a Maduro”, dijo el historiador.

    La oposición ha apostado por acercarse a los rangos medios y sostener reuniones con oficiales para explicarles una ley de amnistía aprobada por la Asamblea Nacional pensada para los que cambien su respaldo, según un importante miembro de oposición.

    Esta persona, quien pidió el anonimato pues no tiene autorización para divulgar las reuniones, comentó que los oficiales han expresado temor de que haya alguna intervención militar extranjera, particularmente desde Estados Unidos.

    Carlos Peñaloza, general en retiro que ahora vive en Miami y antes comandante de las fuerzas armadas venezolanas, dijo que en las últimas semanas ha estado en contacto con oficiales de rangos medios desencantados y cree que tienen el respaldo necesario para sacar a Maduro, más allá de si reciben o no el apoyo de los máximos comandantes.

    “Muchos mayores, tenientes y coroneles empezaron sus carreras antes de Chávez”, afirmó y explica que por eso no le deben lealtades a Maduro. “Fueron criados en una democracia y quieren que sea restaurada”.

    Pero Peñaloza dijo que un embargo al petróleo venezolano por parte de Estados Unidos es algo que podría estimular con mayor rapidez una sublevación militar. Se cree que los 500.000 barriles de crudo diarios que Venezuela manda a diario a Estados Unidos son la principal fuente de ingresos reales para el gobierno y uno de los mayores incentivos que tiene la alta comandancia para mantener su lealtad con Maduro.

    Fuente: NEW YORK TIME

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