Inaugurar, inaugurar, inaugurar… hasta hartar

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    Por LEONEL MARTÍNEZ

    Inaugurar. Abrir solemnemente un establecimiento público es un acto válido, y más si el propósito es poner en evidencia cómo se gasta el dinero de la gente.

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    Inaugurar es un evento que casi todos los mandatarios del mundo así lo hacen. Sin embargo, reducen su participación a obras trascendentes y dejan las menudencias propias de cada incumbencia a los respectivos ministros.

    Lo criticable es que, en República Dominicana desde hace tiempo, se haya convertido la solemnidad de las inauguraciones de obras en una actividad de proselitismo político, en puras y abiertas expresiones reeleccionistas; Balaguer, Hipólito, Leonel, Danilo.

    Quizás por eso, los presidentes se las pasan inaugurando todo lo que el gobierno hace, no importando lo intrascendente de muchas de esas edificaciones, que a veces no califican para justificar la presencia ni de un vice ministro. ¿O es que los presidentes olvidan su apretada agenda como máximo gerente del Estado?

    El protagonismo excesivo del primer mandatario es una muestra de su deseo reeleccionista, pues no oculta su ambición. Los presidentes se eligen para hacer obras a través de sus ministerios, por qué no relegar esas inauguraciones en la interminable lista de funcionarios con cartera y sin cartera, mientras el presidente se concentra en resolver las dificultades que en medio siglo parecen que no tienen soluciones. ¡Basta ya de inauguraciones!

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