Cuando el corazón, el alma y el espíritu se rebosan, hablan para no reventar y terminar muerto.

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 Por: Luis E Medrano

Descubrí la fórmula de la felicidad cuando entendí que cada quien piense lo que quieras de mí, que me juzgue por la abundancia de su interior lleno de odio, maldad, envidia, rencor, perversidad y sufrimiento porque no tiene mi suerte, ni me pasion, ni amor por el trabajo, eso es su gran mortificación y su problema, porque el norte de mi vida y mi razón de ser están sustentado en el perdón real y autenticio, en el bien, la bondad, la  solidaridad, sensibilidad y la calma espiritual. 

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También aprendí el aceptar que cada persona haga con su vida que es su vida lo que quieras o lo que le de la gana, asimilé también que el no guardar rencor, ni odio, ni envidia y no tener ìra y el no ser una gente mezquina ni de diatribas, me hacen una persona de mucha paz y que puedo regalar sonrisas y amor por donde quieras que voy.

Aprendi a tener personalidad, a darle el espacio que le corresponde a los demás, a construir puentes, tumbar murallas, abrir pasos, extender la mano amiga, orientar y dar oportunidad a cambio de ver crecer a los que buscar hacer realidad sus metas y sueños.

No conozco el oportunismo, arribismo, ni el chantaje, jamás he sentido envidia de absolutamente nadie, soy incapaz de injuriar o difamar a un ser humano, eso no cabe en mi corazón, a quien no le puedo comprar un pan le regalo del mío.

Estoy muy consciente que el lograr metas o una condición digna de vida a base de mucho sacrificio, lágrimas y esfuerzo trae en el paquete a los francos tiradores de la envidia que siempre están al acecho con todos los tipos de armamentos de sus frustraciones para tratar de destruir al árbol que da fruto.

Vengo del del ingenio, de la compañía anónima de explotaciones industriales (CAEI) del intenso calor y la picazón del cañaveral con ese sol endiablado de 10 de la mañana a 4 de la tarde, del centro del ardor fuerte del fogaraté, del rabo de gato, de la hoja afilada de la caña, de la cachipa y la zoleta de gomas, de quedarme sin fuerza por llenar las carretas y que el pesador te engañe para favorecer su patrón, sentir y ver sufrir a los maltratados bueyes y del monóxido de la vieja máquina o tren de vagones de cargas sobre rieles, estoy inmunizado y vacunado contra todo, viví y me crié rodeado de cañaverales y mi desayuno, almuerzo y cena era un banquete del guarapo de la caña y tengo tanta suerte que no sufro de azúcar.

El hambre en mi niñez fue mi compañera inseparable, senti y viví tantas pesadillas de noches interminables, dibariando,  desandando en medio de la madrugada, soñando con comidas mientras las tripas estaban protestando en su campo de batalla esperando lo que no llegaría, comidas, producto de la pobreza extrema, del hambre y la miseria en la que nací y me crié que fue tanta que hoy me siento muerto hacen muchos años, aún no salgo del asombro de como he podido sobrevivir en una lucha, guerra, batallas y más batallas para no dejarme vencer por el destino, la vida y los matones de la envidia de la suerte ajena y del sacrificio por la sobrevivencia.

Se lo que es esperar el concon en casa ajena donde te daban la sobra a cambio de que fregára y así llevar algo de comer a la casa, conozco la vida dura de la calle con un limpiabotas, una bandeja de dulce, frituras, una paletera, una lata de helados, ser canillista, cargar compras por migajas o vender arepas y pastelitos, usar ropas usadas y dormir sin colchón y sin sábanas, cada segundo vivo pensando de que estoy hecho y como sigo en pies.

Soy un hombre de mucha fe, esperanza y fortaleza espiritual, muy positivo, confiado en Dios siempre y con una gratitud inmensa, cientos de empresarios, de amigos y hasta desconocidos me han dado trabajo por ende comidas, mi gratitud eterna.

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